
La Terapia Cognitiva se basa en el análisis de ciertos pensamientos que pueden ser invalidantes. Las ideas que tenemos sobre ciertos temas pueden ser invalidantes o capacitantes, es lo que llamamos los constructos personales, ideas sobre uno mismo, los demás y el mundo. Poniendo un ejemplo: si pienso que las relaciones de pareja son tormentosas siempre, ese prejuicio me impedirá disfrutar de una y jamás lo permitiré. Son mis ideas y mis conductas las que invalidan mi desarrollo en ese área de mi vida. Eso se puede aplicar a muchos aspectos y al compartirlos se pueden ver las formas en las que afronto las situaciones, permitiendo o no mi bienestar.
El esquema hacer-sentir-pensar nos muestra las relaciones entre los tres ámbitos y cómo interviniendo en uno de ellos permitimos la mejoría y el bienestar en todos los demás.
Esta terapia al ser bastante contemporánea es una de las que están en mayor crecimiento y aplicación.
Es un proceso a medio plazo ya que ciertas formas de pensar no cambian de un día para otro y necesitamos comprobar los resultados al abordar lo que se nos plantea. El terapeuta nos ofrece un espacio de seguridad para ese proceso terapeútico, de forma compartida desde el respeto la cercanía y el rigor.
La parte conductual tiene que ver con lo que ponemos en marcha, con las cosas que hacemos y que van generando cambios beneficiosos. Si complementamos todo esto con un buen manejo emocional y su aprendizaje establecemos las bases de una terapia eficaz.